Recostado, panza arriba, se encontraba un señor muy señorote, vestido de impecable blanco de la cabeza a los pies. Digo de la cabeza, porque el sombrero también era blanco y los pies tenían unos zapatos blancos impecables.Este señor tiene por hábito hablar de forma pausada, deliberada y hasta molesta de tan relajada que se escucha.
Se encarga siempre de remarcar su hábito y condición, él es el más puntual de todos, no es el primero, pero parece como si lo fuera.
Dicen que él con su reluciente blanco es el que da el presente a primera hora, y si algo hay que reconocerle es eso precisamente, viene descansado después del fin de semana, con su andar pausado, y con la piel lozana, vestido con su impecable traje blanco, y su piel muy bronceada.
Lentamente comienza a tomar ritmo, veinticuatro horas más tarde le da paso a quien deba sucederlo.